Presentación por parte de su mismo autor, Allan Kardec:
“El hombre no tiene nunca el derecho de disponer de su propia vida, porque sólo a Dios corresponde sacarle del cautiverio terrestre cuando lo juzgue oportuno. Sin embargo, la justicia divina puede calmar sus rigores a favor de las circunstancias, pero reserva toda la severidad para aquel que quiso sustraerse a las pruebas de la vida. El suicida es como el prisionero que se evade la prisión antes de cumplir la condena y a quien cuando es vuelto a capturar se le detiene con más severidad. Lo mismo sucede con el suicida que cree escapar de las miserias presentes y se sumerge en desgracias mayores.“
Oración para un suicida:
Sabemos, Dios mío, la suerte reservada a los que violan vuestras leyes acortando voluntariamente sus días;
pero sabemos también que vuestra misericordia es infinita;
dignaos derramarla sobre el alma de (DECIR EL NOMBRE DEL SUICIDA...)
¡Que nuestras oraciones y vuestra conmiseración endulcen la amargura de los padecimientos que sufre,
por no haber tenido el valor de esperar el fin de sus pruebas!
Buenos Espíritus cuya misión es asistir a los infelices, tomadle bajo vuestra protección;
inspiradle el arrepentimiento de su falta y que vuestra asistencia le dé la fuerza de soportar con más resignación,
las nuevas pruebas que tendrá que sufrir para repararla.
Separad de él a los malos Espíritus que podrían de nuevo llevarlo al mal y prolongar sus sufrimientos,
haciéndole perder el fruto de sus futuras pruebas.
Tú, cuya desdicha es el objeto de nuestras oraciones, ¡que nuestra conmiseración endulce tus amarguras,
y haga nacer en ti la esperanza de un porvenir mejor!
Este porvenir está en tus manos;
confía en la bondad de Dios, cuyo seno está abierto a todos los arrepentidos,
y sólo permanece cerrado a los corazones endurecidos.
Ashé.
